Uno no puede esconderse de lo que siente. Uno se asusta, se miente, o no hace nada, pero el sentimiento esta allí, como una llaga que se niega a sanar. Mientras la música cristiana suena al fondo, le pido a la niña Chon (Ña Chon, para los entendidos) lo de siempre: huevos, frijoles molidos, quesito y café con leche. Sé que me veo diferente, la señora se me queda viendo de reojo, se calla una risita y me dice que “eso es enamoramiento, niña”. Y tiene razón. Hoy no me abunda para escribir nada en el cuaderno. Hoy no me da ni para contar el vuelto. Ni para leer las noticias, que al fin y al cabo son siempre la misma mierda.
“Mirá, vos que sabés de política, ¿por qué será que los diputados no aprueban que le lean la biblia a los niños en la escuela? ¡Si a este país lo que le hace falta es Dios! Lo que pasa es que el hermano Toby tenía razón, ¡y bien clarito lo dijo! Es que a los católicos les conviene tenerlos bien domados, o se les hacen evangélicos todos…¿y ya te trajeron el café?”
Trato de explicarle a don Mario (el esposo de la Ña Chon) mi punto de vista sin ser ofensiva (el estado laico, la formación en valores, el populismo) pero lo que es hoy, el asunto me importa menos aún que la comida que me acaban de servir, y al buen hombre no le interesa mucho mi punto de vista tampoco. Se queda callado y deja ir un “sí, verdad…”
El huevo está tibio. Los frijoles se hicieron todos tiesos, y el mosquero ya anda al acecho. En el mostrador, al fondo, está el televisor (de rosca, por cierto) pasando un partido entre unos tipos de anaranjado y otros de rojo. No me interesa el fútbol. La pared es color mostaza, llena de manotazos y humo de buses; un perrito de peluche me observa fijamente desde un calendario 2009, cortesía de Lácteos Rosita.
No tengo hambre. Mi mesa huele a curtido y a sucio. El mantel (que debe de haber costado un dólar en algún mercado de por ahí) es de hombrecitos y mujercitas agarrados de las manos. ¿Se puede ser más inoportuno? Hace ya cinco días desde que no sabemos nada el uno del otro. Finalmente se fue a la mierda, como todos.
Mi mamá decía que a los hombres no les gustan las mujeres inteligentes. Mi papá decía que no les gustaban las putas. Yo digo que me vale verga todo. Basta. Basta.
De todos modos, ahí viene ya mi café.